Con toda mi ilusión, hace más de una hora fui por primera vez a la feria de la verdura, que queda a sólo cuatro cuadras de mi casa. Ya en el lugar, elegí arbitrariamente un puesto, y me atendió un simpático muchacho al que le compré manzanas, naranjas, mandarinas, bananas, batatas, acelga, cebollas, etc, etc, etc...y todo en cantidad. Al finalizar la compra, le pregunté ¿cuánto es?, y respondió con humor: cien pesos. Reí aunque sin muchas ganas, porque esos chistes por lo general me deprimen, y finalmente me dijo: 23,60. Le pagué a una chica tenida de colorada con tintura barata. Hasta ahí todo bien, pero cuando ví el cajón de verduras observé al mismo tiempo su enormidad. El muchacho ofreció traerlo gratuitamente a mi departamento en los próximos 15 minutos. Pero hace más de una hora que me fui de la puta feria, y las putas verduras no llegaron.
Evalúo dos chances:

-Están retrasados. Lo cual me embola soberanamente, porque tengo miles de cosas que hacer antes de las cinco, y fuera de casa.
-Me han cagado, y la verdura jamás llegará, lo cual me hace sentir muy estúpida, porque no sería la primera vez que me pasa algo así.