Tuesday, October 03, 2006

Minas de Potosí: Qué mala suerte ser pobre
A continuación un texo largo, lo sé, pero con la información necesaria para conocer la cruel explotación que sufren los mineros de Potosí en Bolivia. Algunos datos han sido recogidos de Las Venas Abiertas de Latinoamerica, de Eduardo Galeano, aunque la mayoría han sido recavados en una visita que hice a las minas hace dos años.
El túnel negro (¿quién dijo que al final había una luz?)
Es un pozo. Si caes, a nadie le interesa levantarte. Si gritas, no quieren escucharte. Si llorás, a tus lágrimas se las tragará la tierra. ¿Si morís?. Los hoyos (ardientes) creman pausadamente; primero el alma, luego, el cuerpo. Cada día, los hombres caen de a miles en agujeros grises diseminados. Viejos, jóvenes y niños, tropiezan. Entran. Es un pozo. La temperatura delira, el sol queda fuera, la asfixia te secuestra, la sed desespera, el hambre anuda tu estomago, el cuerpo llora sudor, la boca se vuelve pastosa, tu piel, áspera, y la labor aniquila, en una muerte lenta, pero segura. Es un pozo. No caés, te arrojan deliberadamente. El martillo sostenido entre tus dedos amarronados y escuálidos, hiere las paredes que escupen su sangre, riqueza de unos pocos. Unos la gozan; a otros, los destroza. Es un pozo. Y el infierno late bajo la tierra.

La ciudad de Potosí existe a causa de las minas descubiertas a mediados de 1500. Hasta entonces era sólo un territorio montañoso, seco y frío. Pero esas montañas...El Cerro Rico fue admirado por el último rey inca, Huayna Capac, quién advirtió que allí abundaba metal plateado. Cuando se dispuso a retirarlo para construir una imagen de plata de cada uno de sus dioses, un estruendo cayó sobre la punta del cerro. El rey lo creyó sagrado y ordenó jamás de los jamases tocarlo. Con el tiempo, el indio mitayo Diego Hualpa encontró el valioso mineral y decidió contarle el caso a un compadre para que juntos retirasen la plata, pero el compadre lo traicionó y acusó ante los españoles, que, ni lentos ni perezosos, asesinaron al indio Hualpa y explotaron al cerro. Durante 300 años Potosí otorgó inmensas cantidades de plata. Las monedas eran enviadas a los Reyes Católicos quienes, inmediatamente, las redistribuían entre otros países para saldar sus deudas.

Quienes trabajaron en las minas fueron los indios mitayos. Los españoles les prometían una moneda real por cada luna, que sería pagada al cabo de noventa días. Pero los colonizadores registraban los retiros de los indios, comida y herramientas, y les colocaban sobreprecios. A la hora de cobrar, el mitayo siempre debía. Cuando advirtieron el engaño, las huidas comenzaron a ser masivas. Los españoles taparon el ingreso a la mina, dejando a los indios atrapados dentro. Sólo había un pequeño orificio por donde entraba la comida y salía la plata, claro. Así murieron de a miles, pues debían soportar las inhumanas condiciones de vida dentro de una mina. Por orden de la Corona Real, una vez acabada la plata de una mina el español debía indemnizar al minero. Cuando el mineral se agotó, para evitar pagar los resarcimientos económicos, los españoles tapiaron el pequeño orificio por donde entraba la comida y dejaron a los mitayos encerrados dentro, sin alimentos, total, ya no había más riquezas. Murieron de hambre y tras los derrumbes que provocaron intencionalmente los que le siguieron al descubridor genovés.

En 1825 Bolivia se independizó y fue por esos años cuando retiraron los huesos de las minas. Llegaron a sacar 10 toneladas por día. Dicen que con la inmensa cantidad de mineral que partió de Potosí a España, podría haberse construido un puente de plata desde la punta del cerro hasta la entrada del Palacio Real al otro lado del océano. Y tres más, de puro hueso.

Los indios de América sumaban setenta millones cuando los conquistadores los descubrieron. Ciento cincuenta años después del mítico 1492, sólo quedaban vivos tres millones y medio. En el Cerro Rico no corrieron mejor suerte. Ocho millones de vidas fueron licuadas en trescientos años.

Lo Rico sabe amargo

Cerro Rico, paisaje extraño, opaco. Árido y triste, como se vive la tristeza en las minas. Rodeado de vías, por donde corren los carros llenos de riqueza que se escapa de las manos. Cerro Rico, el sol recalcitra en la piel. Los árboles no crecen donde las minas. El agua tampoco corre. Poco le queda de hermoso.

Allí hoy laten setenta minas, miles de túneles. Cada día diez mil personas extraen doscientas mil toneladas de mineral. Esas paredes oscuras que antes ofrendaron plata pura, hoy regalan complejo, una mezcla de plata, plomo, zinc y estaño. Complejo que una vez retirado en bruto es vendido a los Ingenios Mineros, empresas privadas (y extranjeras) que se encargan de procesarlo.

Entre diez y trece toneladas de mineral cuestan 1700 bolivianos, que es igual a 650 pesos argentinos o a 220 dólares. Los ingenios separan el mineral que sirve del que no. Generalmente, la mitad de esas trece toneladas es utilizada y la otra mitad desechada. Las trece toneladas, que los mineros vendieron a los ingenios en 220 dólares, luego son exportadas a 15 mil dólares.

El promedio de vida es aterrador. El perforador vive unos veinte años luego de entrar a la mina. Su labor es la que más consecuencias conlleva: derrumbe a causa de la dinamita (muerte por aplastamiento) y cáncer en los pulmones a causa del asbesto (gas tóxico que se desprende de las paredes). Un minero común que trabaja desde los 13 años vive aproximadamente hasta los 40.

Las únicas minas de Bolivia administradas por cooperativas son las de Potosí. Esto significa que no están en manos de una empresa privada, sino de un conjunto de socios que adquieren túneles. Los socios contratan empleados, pero ellos también están en la mina ejerciendo la dura labor.
Quienes ganan verdaderamente con este negocio son los Ingenios Mineros, empresas en su mayoría extranjeras y obviamente privadas, en las que el ex Presidente de Bolivia, “El Goni”, como le dicen a Sánchez de Lozada, tendría importantes acciones. La cosa es que las condiciones de trabajo en la mina son igual de precarias que hace 500 años, y los mineros son esclavos, o casi, esclavos. ¿Cómo se puede elegir cuando el destino es la muerte o la mina?. Un minero gana entre cuarenta y ochenta bolivianos por día, dependiendo de cuanto mineral haya retirado. Gana entre 16 pesos y 32 pesos. Gana entre 5 y 10 dólares. En un mal día, un minero gana cuarenta centavos de dólar la hora.

Historias MÁXIMAS

Su tez cobriza y áspera, los ojos rasgados, negros, el pelo azabache, la boca estirada y amplia, el polvo que le mancha la cara, la hipotonía de su voz. Las gotas de sudor se deslizan por su rostro aborigen. La respiración asmática cada vez que inhala el aire impuro de la mina. Su uniforme de minero, sus botas amarillas, que él mismo, con un día de trabajo, compró. Su aspecto de hombre grande.

Los chicos potosinos, a los trece o catorce años, dejan el colegio y parten a trabajar. La mina es la única posibilidad laboral visible para alimentarse y ayudar a sus familias. Es el caso de Javier, de 16 años, quién desde hace dos trabaja en el Cerro Rico.

Para llegar donde este joven trabaja, fue preciso caminar durante media hora dentro de la mina. A medida que descendíamos, la temperatura crecía. Bajamos por una precaria escalera. Perdí a mis compañeros. Atravesé un túnel angostísimo. En ese momento parecía que un movimiento en falso podía causar un derrumbe. ¿Paranoia emocional?, ¿quién te escucha ahí dentro si gritás?. Medio agachada y temiendo no poder llegar (¿a dónde?), me topé con un hueco. Casi en penumbras, exceptuando por la luz de la linterna de su casco, en un sitio de menos de un metro de ancho y otro de alto, Javier golpeaba paredes. Un cuerpo adulto no entra en ese lugar, quizá por eso envían a los niños. En medio de la oscuridad y de su soledad, del olor a mina y del ruido a hierro, Javier me relató su rutina.

Cada día, a las siete de la mañana, abandona su casa de calle Montevideo. Una hora después ancla sus patitas morenas en su trabajo de minero. Antes habrá recorrido el adoquín de la helada Potosí, y ascendido por sobre la tierra seca. Luego más de media hora de caminata entre los pasillos furiosos. Por fin, la oficina. Javier trabaja sofocado y a oscuras. Sin baño, ni bebida, ni comida. Bolo de coca para engañar el hambre y mantenerse despierto, alcohol y cigarrillos. Durante doce horas permanece bajo tierra martillando.

El sonido de los mazazos reverbera en las paredes de la mina. El olor a hierro oxidado se te impregna durante todo el día. Para Javier, estos son sólo detalles de una rutina a la que se ha acostumbrado. Su trabajo consiste en perforar manualmente las paredes, de las cuales se desprende un gas tóxico llamado asbesto. “La muerte en la mina se llama mal de mina”, me explica. Cáncer de pulmón.

Javier tiene por patrón a Santiago, un muchacho de 23 que trabaja desde sus trece años. Santiago ha comprado un túnel y se encarga de explotarlo. Parece mayor. Tres de los cuatro empleados de Santiago faltaron, con aviso y sin sueldo. El día anterior ha sido el de la comadre, exceso de chicha y singani (bebida de alta graduación alcohólica). El único peón trabajando es Javier. Sólo, completamente, si quiere ir a un baño no hay, si quiere comer no hay, si quiere beber no hay, si quiere llorar no hay. Pasa hoy, cerca de Argentina, en Potosí, en Bolivia, en Latinoamérica. Un chico sometido a 12 horas de trabajo diario en un hueco en que no entra siquiera parado, aislado, sudado, con hambre y sed, sin fuerzas ni lugar para estirar sus brazos, extrayendo el mineral del que se desprende el gas que lo va a matar. El futuro de Javier no existe, está minado. Es sólo un constante presente de agotamiento y vil explotación. Las bellas iglesias de Potosí que ostentan su arquitectura colonial ante turistas sedientos de fachada NO SON POTOSÍ. Javier es un esclavo. Y mirá vos, aunque duela, Javier es Potosí.

9 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Sigo saboreando cada palabra que leo en este blog, aunque esta vez el gusto sea agridulce, agria la realidad pero dulce el estilo con que se escribe.
Y leyendo, me lo imaginaba a Evo Morales con su campera "étnica" ¡ja!, un personaje que me encanta por lo que representa, un pollo mojado que les rompe las pelotas a los que creen que el mundo tiene que ser como ellos lo tallan y que al que no le entre el talle, que se quede en bolas.
Saludos. El Anonimo (no afrancesado)

7:55 AM  
Blogger Diego Villa said...

cris, nadie lee tanto en internet!!por mas q intente, no puedo!! se me seca los ojos cuando llego al renglon nª 20
igual te banco a muerte jajaj

7:01 AM  
Blogger Cristalina said...

DIEGO....tenes razon!!!!!!!!!!!! pero qui quiri que haga io......es imposible plantearlo en pocas lineas. de ultima le pido a Ojilin (gotas para los ojos) que me auspicie la pagina

(pd:mañana temprano nosd juntamos con martin a estudiar semiotica)

9:28 AM  
Blogger Cristalina said...

Que linda metafora...el mundo tiene que ser como ellos lo tallan y al que no le entre el talle, que se quede en bolas.....hermosa en serio, mi fiel usuario anonimo no afrancesado por si con un agudo servicio de inteligencia que le permite saber cuan agite es el jefe de gobierno porteño con los piqueteros...y pronto con los padres de cromagnon???? ok, nadie entiende nada pero nosotros nos entendemos.

evo me cae mejor que mesa y que goni pero tampoco me convence, parece buen tipo pero no se si tiene la fuerza o estructura suficiente para hacer un cambio real en bolivia, aunque seria hermoso haber estado en su asuncion en tiahuanaco (nunca se como se escribe)

9:31 AM  
Anonymous Anonymous said...

Sí! tal cual, parece debilucho... pero quién te dice, capaz que es porque se sale un poco de como uno cree que es un presidente. El tipo asume con el ritual indígena (sácala del arco a esa), se le planta a Zapatero con su jersey, después de la cumbre se va atomar un café a Johny B. Good y después le habla a la ONU con la campera. Christian Dior cerró su local de La Paz. Y al medio, les mete el ejército a las petroleras. Qué se yo...

Me alegró que te haya gustado, igual, lo tuyo sí que es pulenta!

Le anónimé n'est pas afrancesé

11:07 AM  
Blogger GER! said...

Qué exceso de ego y ceguera llamarnos a nosotros mismos civilización...
Cris, por qué tenés que hacer textos tan largos?? Bueno, igual, esta vez no se notó tanto. Pero de todas formas te advierto: si a la polenta la dejás de más en el fuego se quema...

2:16 PM  
Blogger Cristalina said...

Ger, la polenta se quema y se arma toda una cosa pantanosa y llena de grumos horrible, pero a veces pongo màs polenta que agua, y me queda muy espesa, quiza es ese el problema de este texto tan largo, mucha polenta y pila y datos, pero poca agua, una nota con poco aire, entonces te afixia, como la mina, pero es dificil hablar de lo mal que anda el mundo con aire en el medio. Gracias Ger por comentar, pero no tenes excusas, no digas que perdes el tiempo leyendo y por eso no escribis, queremos leerte, ya.

Mi afrancese usarie putie: usted que es frances tiene que ver La Separacion y El Hijo, dos peliculas francesas qeu vi esta semana y me gustaron mucho.

Cristian Dior, yo diria, se fue directo del Shopping de La Paz al de Santa Cruz, porque si hay una poblacion que lo odia al Evo, sus camisas, jerseys y camperas de cuerina barata, son los cruceños. Sabes como le dicen a los coyas en Santa Cruz de la Sierra? el coyage. Ellos, igual que nosotros, se creen la civilizacion. Pobrecitos ellos y pobrecitos nosotros, la discriminacion de muchos cruceños a muchos bolivianos aborigenes es aberrante, y es diaria, se creen superiores y los quieren de sirvientes. O sea que Santa Cruz no sólo quiere ser un ´país aparte de Bolivia porque es el área más productiva y rica del país: también porque se sienten superiores y mejores que el resto de Bolivia.

9:46 AM  
Anonymous Anonymous said...

Inevitable dato que ignoraba.
Que pulenta que es usté!

11:06 AM  
Anonymous Anonymous said...

Este reelato si vale viajar nena...

7:33 AM  

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