Volvimos por un ratito a Las Rutas de Polenta.
Algunas historias de viajeros limados.
“Busco acompañante femenino para dar la vuelta al mundo en un velero de 25 metros. Lujoso, todo pago. Mujer rubia, entre 20 y 40 años, culta”.
Un aviso así publicó un irlandés decidido a dar la vuelta al mundo, pero con una minina, sino, “is so boring”. Como el gringo carecía de polola, presentó la solicitada en Río de Janeiro, y miles de mujeres hicieron largas colas para ganar el gran viaje. Viento en popa, el muchacho partió con su elegida “oh brigada”, tal cuál declaró la interesada chica, a dar la vuelta al mundo. Pero ellos dos no fueron los únicos extravagantes a la hora de recorrer el planeta tierra. Los que siguen son nómades anónimos, más peligrosos que recomendables, que se han paseado por América de diversas maneras.
Las gringas aparentaban vivir en una casa donde el felpudo rosa hace juego con las cortinas. Dos amas de casa con cara de hornear sconnes cubiertos de mermelada.
Hacíamos dedo desde hacía cuatro o cinco horas, y las vimos a lo lejos. Dos muchachas de piel rosa puerco untadas con protector número cien, sombrero pajuerano, camisa manga larga abotonada hasta el final, pantalones y botas de montar, se acercaban a nosotros con sus tres caballos. Uno les servía de mula y el par restante las cargaba. Estas mujeres suecas viajaban desde hacía más de un mes a caballo. Partieron desde Río Turbio (límite con Chile, provincia de Santa Cruz) y ya se aproximaban a El Calafate. Habían recorrido 300 Km. con el mismo animal que San Martín y pretendían terminar la travesía en Bariloche, casi dos mil kilómetros más adelante. Nunca antes se habían subido a un caballo, y sin embargo les parecía lo más normal del mundo cabalgar muchas horas por día y bajo el sol. A los animales los compraron por 900 pesos cada uno. No llevaron comida para los muchachos, porque ellos ya estaban acostumbrados a la estepa y el pasto seco como alimento diario. Estas mujeres volverán a sus casas color pastel onda “Heidi”, pagarán impuestos y tendrán hijos. Cuando les cuenten que recorrieron el sur argentino a caballo, probablemente les pregunten: ¿argen qué?.
El canadiense quería partir de su país y llegar a Ushuaia. Cuando andaba por las costas nicaragüenses un grupo de piratas lo secuestró y robó sus pertenencias. No pudo sino volver a su país de origen, frustrado ante la imposibilidad de respirar el aire fresco de las costas del Beagle. El muchacho de unos 25 años decidió recomenzar hace seis meses el viaje interrumpido, se tomó un avión hasta Ushuaia y desde ahí empezó a subir hacia Nicaragua. Este rubiecito de ojos claros viaja 100% a dedo con mochila microscópica para la ocasión, y filma a cada uno de los héroes urbanos que lo levantan, para de regreso a Canadá hacer un documental.
La casa de este porteño radicado en Copacabana descansa a orillas del Titicaca, donde un inmenso ventanal le permite contemplar el lago más alto del mundo, y el más azul que conozco. Este joven de unos treinta años y pelo eternamente largo, tuvo la idea loca de viajar en rollers. Y lo hizo, claro. Paseó por nuestras sierras cordobesas en patines fluorescentes, a la par de camioneros que le gritaban “flaco puto”.
Jack es un norteamericano de rizos amarillos, cara sonriente y calzas apretadas. Inspira ternura más que rudeza de motoquero. El muchacho viajó desde Estados Unidos hasta Ushuaia en moto. Ahora debe estar regresando a su país, otra vez, en moto. A nosotros nos regaló una camarita de foto porque le ocupaba espacio.
El autodenominado “poeta caminante” recorre las rutas de Colombia escribiendo versos y vendiéndolos en los colectivos para pagar el viaje; los chicos del “grupito de música” tocan en micros para después viajar gratis en el mismo colectivo. Pero el caso más anecdótico me lo contó Pablo, un español que vive viajando y que conocí en el Alojamiento Universo en La Paz.
Cuando Pablo Ruiz (sí, se llama igual que ese Pablito Ruiz ) se paseaba por Bolivia, uno entre tantos chóferes quedó para el recuerdo. El tipo manejó vestido de superhéroe todo el viaje, y relató –micrófono de por medio- paisajes y pueblos transitados, mientras con voz impostada desarrollaba una especie de radioteatro rodante. Los bolivianos, acostumbrados a este loco lindo, dormían. “Fue un flash”, cuenta mi amigo, y agrega: “Esa noche viajé materialmente, mentalmente y artísticamente”. Piensen lo que quieran, pero la moraleja es: Muchos no pueden pasarse la vida viajando, pero hacen de cada día un gran viaje.
Las gringas aparentaban vivir en una casa donde el felpudo rosa hace juego con las cortinas. Dos amas de casa con cara de hornear sconnes cubiertos de mermelada.
Hacíamos dedo desde hacía cuatro o cinco horas, y las vimos a lo lejos. Dos muchachas de piel rosa puerco untadas con protector número cien, sombrero pajuerano, camisa manga larga abotonada hasta el final, pantalones y botas de montar, se acercaban a nosotros con sus tres caballos. Uno les servía de mula y el par restante las cargaba. Estas mujeres suecas viajaban desde hacía más de un mes a caballo. Partieron desde Río Turbio (límite con Chile, provincia de Santa Cruz) y ya se aproximaban a El Calafate. Habían recorrido 300 Km. con el mismo animal que San Martín y pretendían terminar la travesía en Bariloche, casi dos mil kilómetros más adelante. Nunca antes se habían subido a un caballo, y sin embargo les parecía lo más normal del mundo cabalgar muchas horas por día y bajo el sol. A los animales los compraron por 900 pesos cada uno. No llevaron comida para los muchachos, porque ellos ya estaban acostumbrados a la estepa y el pasto seco como alimento diario. Estas mujeres volverán a sus casas color pastel onda “Heidi”, pagarán impuestos y tendrán hijos. Cuando les cuenten que recorrieron el sur argentino a caballo, probablemente les pregunten: ¿argen qué?.
El canadiense quería partir de su país y llegar a Ushuaia. Cuando andaba por las costas nicaragüenses un grupo de piratas lo secuestró y robó sus pertenencias. No pudo sino volver a su país de origen, frustrado ante la imposibilidad de respirar el aire fresco de las costas del Beagle. El muchacho de unos 25 años decidió recomenzar hace seis meses el viaje interrumpido, se tomó un avión hasta Ushuaia y desde ahí empezó a subir hacia Nicaragua. Este rubiecito de ojos claros viaja 100% a dedo con mochila microscópica para la ocasión, y filma a cada uno de los héroes urbanos que lo levantan, para de regreso a Canadá hacer un documental.
La casa de este porteño radicado en Copacabana descansa a orillas del Titicaca, donde un inmenso ventanal le permite contemplar el lago más alto del mundo, y el más azul que conozco. Este joven de unos treinta años y pelo eternamente largo, tuvo la idea loca de viajar en rollers. Y lo hizo, claro. Paseó por nuestras sierras cordobesas en patines fluorescentes, a la par de camioneros que le gritaban “flaco puto”.
Jack es un norteamericano de rizos amarillos, cara sonriente y calzas apretadas. Inspira ternura más que rudeza de motoquero. El muchacho viajó desde Estados Unidos hasta Ushuaia en moto. Ahora debe estar regresando a su país, otra vez, en moto. A nosotros nos regaló una camarita de foto porque le ocupaba espacio.
El autodenominado “poeta caminante” recorre las rutas de Colombia escribiendo versos y vendiéndolos en los colectivos para pagar el viaje; los chicos del “grupito de música” tocan en micros para después viajar gratis en el mismo colectivo. Pero el caso más anecdótico me lo contó Pablo, un español que vive viajando y que conocí en el Alojamiento Universo en La Paz.
Cuando Pablo Ruiz (sí, se llama igual que ese Pablito Ruiz ) se paseaba por Bolivia, uno entre tantos chóferes quedó para el recuerdo. El tipo manejó vestido de superhéroe todo el viaje, y relató –micrófono de por medio- paisajes y pueblos transitados, mientras con voz impostada desarrollaba una especie de radioteatro rodante. Los bolivianos, acostumbrados a este loco lindo, dormían. “Fue un flash”, cuenta mi amigo, y agrega: “Esa noche viajé materialmente, mentalmente y artísticamente”. Piensen lo que quieran, pero la moraleja es: Muchos no pueden pasarse la vida viajando, pero hacen de cada día un gran viaje.
5 Comments:
Cris. Sólo te voy a decir que me gustó muchísimo. Leerte me produce placer perceptual.
Aparte de anonimo, resulté envidioso. No podés escribir tan lindo.
Con todo respeto
Ah, no!!! Nimo!!!
Ay ANODENIMO, gracias por tu caricia para el ego, me alegró la tarde. Igual me falta (para ser buena periodista): concentracion, hacer buenas preguntas,hablar menos, leer mas, estudiar mas, pensar en menos pavadas y en cosas mas serias, irme a vivir a una granja y ser mejor persona. Pero que te guste como escribo es comienzo para ser una buena periodista.
Muuuy bueno!! La verdad es que me encantó este post. Tus textos me hacen transportarme e imaginarme todo lo que leo. Me parece que las rutas de polenta nos están llevando x buen camino!!
Gracias guadissssssssssssssssssssssssssssssssss
perdon por haber utilizado macabramente blog para promocionar mi oBscuro negocio de los jeans
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